Escapada en la noche[Justin Owens]

- ¡Shaila! - fue lo ultimo que oyó la pequeña al saltar la verja de casa. Estaba harta que la trataran de niña pequeña. Vale, era verdad que fisicamente lo era, pero mentalmente no. Se esforzaba mucho en ser mayor. Ya que en esa profesión se necesitaba cabeza. Corrió mucho. Tanto que cuando se quiso dar cuenta de dondé estaba ya era demasiado tarde para volver sobre sus pasos.
Esa noche hacía algo de frio, pero Shaila no llevaba nada de abrigo, ni de comer tampoco, y eso que no había provado bocado a la hora de la cena.

Fui pateando la calle ya que ese era mi día libre para ir a mis anchas y no iba a desaprovecharlo así que me pusé un abrigo grueso, una bufanda y me pus e air a un pub que sabía donde estaba para despues ir a una discoteca y llevarmela a unas chicas ala cama cuando vi a alguien correr por delante mio.

Shaila se paró de golpe quedandose en el puente del embarcadero. Y respirando con dificultad al haber corrido tanto desde tan lejos. Sus mejillas estaban algo rojizas y tenía las manos frias al igual que si naricita chata. Parecía un muñequita de porcelana, fragil y bonita.

Siguió a ese niña rápidamente cuando vió que se paraba en el puente del embarcadero, pareciendo una muñeca de porcelana ya que era de piel blanca y parecía que tenia las mejillas algo rojizas por lo que se acercó lentamente por detrás a taparla con su jersey de piel.

Dio un respingo al notar el suave rocé de un jersey tapandole los hombros.
Por muy raro que parezca, no tenía miedo, tal vez porque no pensaba en la posibilidad de que la raptaran o algo peor. Se giró cogiendo el jersey para que no se cayera, y se encontró con un rubio muy guapo. - Gracias.. - dijo con una pequeña sonrisa, haciendo visibles unos dientecitos de leche.

- No hay porqué darlas. - dije simpático mientras te dedicaba una sonrisa perfecta y me agachaba para estar a tu altura y poder hablar más tranquilamente y más relajadamente. - ¿Que hace un angelito como tú, sola? - pregunté.

Shaila bajó la mirada con tristeza. Y se encogió de hombros. - los mayores... son unos
tontos todos.. - dijo en un tono bajito, luego levantó la vista para encontrarse de nuevo
con los ojos de aquél chico tan amable.

- No son tontos.. SImplemente no son tan inocentes y tienen que trabajar para poder vivir y preocuparse por sus hijos y cosas así. - dije dulcemente mientras le sonreía simpáticamente. - ¿Te has escapado de casa de tus padres? - pregunté curisoso.

Puso morritos. En verdad sabía que tenía razón. O por lo menos parte de ella,
pero shaila era muy cabezota y no iba a ceder tan facilmente, aunque se lo dijera un chico tan guapo y amable como el que tenía delante suyo. Sonrio traviesamente al oir su pregunta. E hinchó el pecho orgullosa. - Si, yo solita - dijo con una sonrisa perfecta.

- Pero.. Tus padres te extrañaran si te vas sola de casa.. Imaginate que viene un hombre y te coge y te lleva lejos de tus padres.. ¿Que harías? - dije poniendo una cara indiferente pero una voz triste debido a la historia que estaba contandole.

La pequeña dejó de sonreir y puso morritos.
- No creo que les importara mucho - le dijo algo enfadada. Miró
hacía otro lado para no tener que mirar al chico. Ya que tenía los ojos lleno de lagrimas.
Se sentía mal. Muy mal. Comenzó a llorar, hipando de vez en cuando.

- Si que les importas y mucho creo yo. - dije como si la estuviera reñindo mirandola fijamente a los ojos.
Más tarde noté como empezó a llorar y la miré con una carita tonta para después sacar un pañuelo blanco y limpiarle las lágrimas de los ojos para después limpiarle la nariz.
- No llores, es para niñas pequeñas. - dije simpático.

- No es verdad... no paran de gritarme y reñirme.. - dijo entre sollozos. Se dejó
limpiar las lagrimas sin oponer resistencia alguna. Cuando se portaba bien, lo hacia de veras.
Rio un poco al escuchar lo último. - es mentira, ese pañuelo es normal - dijo con una sonrisa.

- Sí.. Es normal.. Como que tus padres se preocupen por tí. - dije sonriente mientras la miraba con una cara alegre y simpática.
- Ahora alegra esa cara y te invito a un helado. ¿Vale? - dije alegre.

Su cara cambió a una sonrisa amplia y alegre cuando oyó que la invitaban a un helado.
Le entusiasmaban como era normal en una niña de su edad. Y sobretodo a las horas que lo tenía prohibido. - ¿Enserio? - exclamó sonriente. -¿ puedo pedirlo de fresa y nata? - preguntó con los ojos abiertos.

Sonrió cuando cambió de cara radicalmente para después peinarme el pelo hacia atrás y dedicarle una sonrisa agradable.
- En serio. - contesté.
- Claro.. Cuantas bolas quieras. - dije simpático.